Antecedentes del Colegio

En 1966, por iniciativa del Dr. Leopoldo Zea, entonces director de la Facultad de Filosofía y Letras, fue fundado el Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de dicha Facultad. Esa institución, que acompañó a un centro similar fundado al inicio de esa década en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales bajo la iniciativa del Dr. Pablo González Casanova, constaba de una licenciatura y una división de posgrado —maestría y doctorado—, tenía como objetivo generar interpretaciones y propuestas novedosas frente a los cambios históricos que tenían lugar en México y América Latina después de la Segunda Guerra Mundial. Su creación coincidió con los tiempos de la Guerra Fría, la institucionalización de la Revolución Cubana, la aparición de movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo y el establecimiento de regímenes autoritarios en la región. En el ámbito económico, varios gobiernos de Latinoamérica, principalmente los de Argentina, Brasil y México, habían puesto en práctica un modelo de desarrollo con miras al crecimiento industrial que generó notables transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales.

En este contexto, las autoridades universitarias plantearon la necesidad de renovar el enfoque de los estudios humanísticos que en la Facultad de Filosofía y Letras (FFYL) se centraban en el mundo clásico, griego y romano, así como en la historia, la literatura y el pensamiento de México, para dar paso al estudio de problemáticas contemporáneas. En este sentido y como eco de un discurso internacional de la década de los años sesenta, que impulsaba la creación de estudios regionales, con la confluencia de varias disciplinas, surgieron en nuestra Facultad los Centros de Estudios Angloaméricanos, Asiáticos y Latinoamericanos. A la postre, los dos primeros se ubicarían en otras instituciones y solamente permanecería el Centro de Estudios Latinoamericanos. Aquellas iniciativas de institucionalización de los estudios regionales, especialmente de los Estudios Latinoamericanos, no tuvieron su origen en nuestro país. Fue en el extranjero, principalmente en los Estados Unidos, durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, donde comenzaron a instituirse centros universitarios dedicados al estudio de América Latina. Tal empresa tenía un objetivo fundamentalmente político relacionado con los intereses estratégicos de las potencias económicas. Sus esfuerzos estaban orientados al conocimiento de América Latina por considerarse ésta una zona de influencia en un mundo bipolar. Los estudios latinoamericanos que surgieron en aquellos países tuvieron como principal característica un enfoque multidisciplinario. Se conformaron a partir de la confluencia de especialistas de distintas disciplinas dedicados a investigar por separado temas relacionados con la cultura, la historia, la economía y las sociedades de la región. Por estudios latinoamericanos se entendió la aproximación interdisciplinar a temas latinoamericanos, con base en la economía y la política, las letras, la geografía, la economía o la historia, en el afán de conformar un archivo que permitiera la aplicación de políticas públicas. Aquellos centros serían los responsables de generar una visión externa sobre su objeto de estudio. Había surgido una tradición particular de los estudios latinoamericanos situada en las afueras de América Latina.

En México, a diferencia de los estudios practicados en el extranjero, la creación del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) estuvo orientada a generar conocimientos sobre una historia compartida y sobre problemáticas comunes con miras a la integración de los países latinoamericanos. La importancia de México como un referente cultural —país receptor de exiliados procedentes de América Latina e históricamente un punto de encuentro entre intelectuales y políticos de la región— enfatizó la importancia de estudiar la realidad latinoamericana desde su interior. En 1947, década en la cual el sentimiento de una patria común latía poderosamente entre los intelectuales de la zona, Leopoldo Zea inició el Seminario sobre la Historia de las Ideas en América Latina cuyo principal objetivo fue la indagación de la historia y el pensamiento de la región, tarea que fue cultivando en los siguientes años mediante las relaciones con diferentes intelectuales latinoamericanos. El CELA, fundado en 1966, fue heredero de esa tradición.

Por ello, el programa del CELA tomó como base en sus inicios las materias que sobre América Latina se impartían en los Colegios de Historia, Filosofía y Letras Hispánicas en la FFYL de la UNAM. El perfil de la licenciatura fue fundamentalmente humanístico. En este plan se formaron los primeros estudiosos dedicados a la región, sobre todo en los ámbitos de la historia, la literatura y la filosofía. El abordaje sistemático de los sistemas políticos y las sociedades de los países y regiones de América Latina como Brasil, Argentina, Chile, Centroamérica y el Caribe era apenas incipiente.

Durante los años que siguieron a la creación del CELA el interés por los fenómenos socioeconómicos de los países latinoamericanos, así como sus relaciones regionales, aumentó debido en gran parte al empuje de las ciencias sociales y a un conjunto de acontecimientos que requirieron de nuevas herramientas teóricas y metodológicas para su análisis: emergieron regímenes dictatoriales apoyados por los Estados Unidos, movimientos civiles y armados que pugnaban por una relación alternativa entre la sociedad y el Estado, y un fervor revolucionario que iba más allá de los dominios de la política. En el ámbito de las letras, la experimentación con el lenguaje, y la necesidad de los intelectuales de seguir el ritmo de las transformaciones sociales, posicionó la literatura latinoamericana como un referente a nivel internacional. Todo ello propició una serie de discusiones en la comunidad del CELA sobre la necesidad de incorporar nuevas asignaturas y contenidos al plan de estudios. Además, se discutió cuál era el carácter interdisciplinario de los Estudios Latinoamericanos y, por lo tanto, la manera en que se echaría mano de distintas disciplinas para estudiar problemáticas de América Latina.

En 1975 se llevó a cabo la estructuración de un plan de estudios que pudiera dar
respuesta a los nuevos requerimientos de la comunidad. En él, se incorporaron contenidos dirigidos al estudio de la sociedad, la historia y la economía de las regiones que componen la América Latina y se dio un peso considerable a la historia general de la región, desde la época precolombina hasta el estudio de problemas contemporáneos. La propuesta de interdisciplinariedad de ese plan descansaba sobre el establecimiento de la historia como la columna vertebral de los estudios latinoamericanos, la cual permitiría articular los estudios literarios y filosóficos. Las ciencias sociales fueron pensadas como un apoyo necesario para identificar y analizar problemáticas de la región y proponer posibles soluciones.

En diciembre de 1975, el Consejo Técnico de la FFYL aprobó la creación de aquel
plan de estudios que fue ratificado por el Consejo Universitario. En 1977 la reorganización de la estructura de la Facultad en Colegios dio posibilidad a la creación del Colegio de Estudios Latinoamericanos (CELA -salvo que se especifique diferente en adelante). El plan de estudios de la Licenciatura en Estudios Latinoamericanos fue aprobado en 1975 contempló una modificación estructural y de contenidos que podemos resumir de la siguiente forma:

1. Reorganización de un conjunto de materias que en el plan de 1967 simplemente consistía en un listado indiferenciado de materias obligatorias y otro listado de materias optativas. El nuevo plan reagrupó las asignaturas, les dio una estructura y procuró articular los distintos campos disciplinarios.

2. Reducción del número de materias obligatorias. En la nueva versión del plan se creó un curso básico de diez materias-semestre para ser cursadas durante los primeros dos años y se establecieron áreas disciplinarias obligatorias a cursar, historia, filosofía, literatura. Asimismo, y para los siguientes semestres, se abrieron asignaturas para las áreas creadas: Historia de México, Historias socioeconómicas por regiones de América Latina, y generales sobre América Latina: Historia de la Educación en América Latina, Historia del arte latinoamericano, Historia de la cultura.

3. Creación del área Historia socioeconómica por regiones de América Latina compuesta por cursos sobre la historia de las regiones latinoamericanas. Esto hizo posible, por primera vez, abordar de modo sistemático el estudio de la historia del conjunto de países que forman América Latina, agrupándolos en regiones: México, Centroamérica, Caribe, Área Andina y Cono Sur.

4. Creación de una serie de materias que se consideraron indispensables en la formación del estudiante: Geografía física, económica y humana de América Latina, Introducción a la Teoría Económica, Subdesarrollo y Dependencia, entre otras.

5. Con base en la reglamentación correspondiente, se aumentaron los créditos globales a trescientos; doscientos setenta y dos para las asignaturas, más veintiocho asignados a la tesis o la tesina.

6. Inclusión de programas mínimos de todas las materias.

La estructura curricular que derivó de la modificación del plan de estudios, aprobada en 1975, vigente hasta el año 2004, mejoró la organización de la docencia y la investigación de la historia, la sociedad y la cultura de los países latinoamericanos. En el aspecto institucional propició el surgimiento de una base académica para el desarrollo posterior del Colegio de Estudios Latinoamericanos.